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Barrera sanitaria: los gérmenes entran, pero no salen


La verdad es que el término barrera sanitaria tiene unos orí­genes bastante truculentos: comenzó a utilizarse –y se utiliza todaví­a hoy en dí­a– cuando la lucha contra las epidemias avanzó lo bastante como para que los médicos se dieran cuenta de la necesidad de aislar a los enfermos como la ví­a más segura para impedir la propagación de la enfermedad. Algo que hoy puede sonar completamente obvio, pero que necesitó de muchos siglos de plagas para calar en el colectivo de los no muy eficientes galenos de entonces.

Hoy en dí­a es un término que se utiliza de manera muy amplia, pero con una denominación común: mantener los agentes infecciosos en un entorno controlado. Aunque las palabras aparecen con cierta frecuencia en las noticias sobre epidemias y enfermedades, no hay que ir a los titulares para buscarlas: algunos sectores profesionales las tienen muy presentes en su dí­a a dí­a.

La lavanderí­a industrial, sobre todo aplicada al sector sanitario, es uno de estos sectores.

Podrí­a pensarse que, con todos los avances realizados a lo largo del último siglo en el terreno del lavado de ropa, un ciclo normal –o incluso intensivo– deberí­a ser suficiente como para garantizar una correcta higiene. Y, en efecto, así­ es… Pero en el entorno de la salud una correcta higiene significa quedarse corto. Las enfermedades padecidas por muchas de las personas que han utilizado esa ropa las transforman en material de alto riesgo, que debe ser manejado con el cuidado equivalente para evitar convertirla en un hervidero de agentes infecciosos.

Por eso las lavadoras de barrera sanitaria son algo diferentes de las convencionales, como habéis podido comprobar en la imagen del principio de esta entrada. Por supuesto, lavan, y con una especial intensidad, pero su misión principal es impedir en todo momento el contacto entre la ropa sucia y la limpia. Para ello su interior cuenta con una puerta en la denominada area sucia por donde se introduce la ropa a lavar, y otra en el área limpia, por donde se saca una vez finalizado el proceso de lavado. Ambas zonas están separadas de forma que las aguas limpia y sucia nunca lleguen a entrar en contacto, y es esta separación la que elimina cualquier riesgo de contagio.


La barrera sanitaria en la lavanderí­a de los hospitales no se limita al funcionamiento de las lavadoras: los operarios llevan uniformes esterilizados, con tapabocas y guantes de goma, y la ropa infectada o contagiada se trata en lavadoras especí­ficas. Estas medidas de seguridad deben seguirse a rajatabla tanto por los hospitales que gestionan directamente el proceso como por las empresas que se ocupan de él en los casos en que el servicio está externalizado. Y el motivo para ello es que la responsabilidad es demasiado grande. La barrera sanitaria sirve para llegar un poco más lejos que la simple limpieza; sirve para contener a un enemigo al que no se ve, pero del que puede tenerse la certeza de que siempre estará dispuesto a atacar.

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