Fue en los años ochenta del pasado siglo cuando las tapas salieron de las barras españolas para extenderse por el extranjero, y ocupar el lugar de honor en los bares más trendy de Nueva York, donde se servían en carísimas versiones de diseño. Hasta la revista Time les dedicó un artículo, donde las llamaba por su nombre original, que nadie se molestó en traducir (como, por otra parte, nadie se ha molestado en traducir sushi). Afortunadamente, podríamos decir, porque resulta un poco difícil responder a algún gastrónomo extranjero interesado en el origen del término, what means eso de «tapa».
Dicho origen no se pierde en la noche de los tiempos; más bien está situado en algún rincón de Andalucía, que varía según la fuente o el cronista que se consulte, como varía el escenario concreto e incluso el protagonista. Pero los testimonios sí parecen coincidir en situarlo en algún casino de Jerez o Sevilla, donde uno de los parroquianos fue sintiendo apetito entre la primera o segunda (o segunda y tercera, según) copa de fino. Así que llamó al camarero y le pidió otra copa, pero tapadita con una loncha de jamón, «pa que no coja porvo».
La idea se fue convirtiendo en costumbre, y el camarero ya pasó a preguntarle todos los días al cliente si quería su copa con su tapita de jamón. Un origen, por cierto, bastante similar al del pepito de ternera, que parece haber sido bautizado por el nombre del cliente que pidió por primera vez un filete de ternera entre dos pedazos de pan.
Aquella loncha de jamón fue el primer paso de una evolución a la que se fueron incorporando todo tipo de embutidos, conservas, pescados, mariscos y guisos servidos en porciones diminutas, y que no tardó en dar el paso hacia composiciones artísticas donde la imaginación del cocinero parecía ser el único límite. El verano, quizá por la proliferación de las terrazas, es la estación de la tapa, y proliferan por toda nuestra geografía festivales, certámenes y concursos de tapas donde los modelos tradicionales y las nuevas creaciones se pasean por las mandíbulas de los comensales que son, a fin de cuentas, su jurado más implacable.
Entre las localidades con celebraciones más inminentes podemos señalar Muimenta (Galicia) que acoge su tercera edición del Concurso de Tapas del 16 al 20 de agosto; el XVII Festival Medieval de Alburquerque (Extremadura), del 12 al 15, que cuenta con un festival de la tapa medieval; también en Extremadura, Guadalupe tiene en marcha hasta el día 15 su I Ruta de la Tapa, donde participan una quincena de establecimientos; del 20 al 22, El Espinar (Segovia) pone en marcha su primer Concurso de Tapas; y Cádiz, por noveno año consecutivo, celebra su ya tradicional Ruta de la Tapa, que este año prestará una especial atención a la tortilla y el pescao frito.
Hay mucho más, desde luego, y para que no se nos escape ninguno contamos con vuestra participación: si tenéis noticias sobre más festivales, rutas o simplemente locales donde se tapée a modo, podéis contarlo en la sección de comentarios. Porque comer a base de estas delicias en miniatura es una experiencia que todo el mundo debería probar al menos una vez en la vida… y más en verano.
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