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Informe del Departamento de Agricultura de EE UU: ¿Cómo se come al otro lado del charco?

Un tópico muy extendido es ese que afirma categóricamente que «los americanos no saben comer» que, ya para empezar, aplica el término «americano» a cualquier persona de ese continente, norte o sur, cuando más bien se refiere a los habitantes de Estados Unidos. Pero además es una afirmación rotundamente falsa, como puede comprobar cualquier persona que haya viajado mí­nimamente por ese paí­s y haya podido apreciar sus especialidades culinarias, que además varian de forma notable según estemos comiendo en Boston, en San Francisco o en Nueva Orleans, por decir sólo tres sitios, o se haya aventurado a conocer las delicias de alguno de sus restaurantes más trendys.

La dieta mediterránea es muy recomendada por los especialistas en EE UU, aunque sigue sin tener demasiados seguidores.

Y sin embargo, es cierto que la dieta habitual de los americanos está provocando no pocos problemas de salud, y son frecuentes las noticias sobre la especial incidencia en el paí­s de la obesidad y de los problemas derivados de ella. Un completí­simo análisis de la dieta estadounidense es el informe Directrices Dietéticas para los Americanos, que publica cada cinco años el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, junto con una serie de recomendaciones para seguir una dieta sana y «promover la salud, reducir el riesgo de enfermedades crónicas y disminuir la prevalencia del sobrepeso y la obesidad mediante la mejora de la nutrición y la actividad fí­sica». La edición correspondiente a 2010 se ha publicado hace pocos dí­as, y desde luego puede considerarse un documento exhaustivo, tanto por su extensión como por la minuciosidad con la que se tocan los temas incluí­dos en él (está en inglés y podéis descargarlo aquí­ en formato PDF, entero o por secciones).

Lo malo es que las noticias siguen sin ser buenas con respecto a la edición de 2005: «los patrones de alimentación en Estados Unidos actualmente tienen escasa similitud con la dieta recomendada en las Directrices Dietéticas para los Americanos de 2005 (…) Los americanos ingieren demasiadas calorí­as y demásiadas grasas saturadas, azúcares enriquecidos, cereales refinados y sodio. Al mismo tiempo, su dieta incluye muy poca fibra, vitamina D, calcio, potasio, y ácidos grasos no saturados (especialmente Omega-3), ademas de otros importantes nutrientes que se encuentran sobre todo en las verduras, cereales sin refinar, leche desnatada y productos lácteos, y mariscos», puede leerse en sus páginas.

En conjunto, concluye, «actualmente los americanos consumen menos del 20 por ciento de la ingesta recomendada de cereales sin refinar, menos del 60 por ciento de verduras, menos del 50 por ciento de fruta, y menos del 60 por ciento de leche y productos lácteos».

Hasta aquí­, y por desgracia, podrí­a decirse que no hay nada nuevo bajo el sol. En todo caso, cabe resaltar las iniciativas tomadas por algunas ciudades como Nueva York o Filadelfia, que en 2006 y 2007 prohibieron el uso en sus restaurantes de grasas trans, o la lucha por reducir el consumo de carne que ha emprendido el movimiento meatless Monday («lunes sin carne») para eliminar la carne de la dieta estadounidense al menos un dí­a por semana, y que cuenta con el apoyo de restaurantes, universidades y nutricionistas de todo el paí­s, además de celebridades como Oprah Winfrey o la actriz Olivia Wilde.

Pero el informe incluye también un examen sobre las costumbres alimentarias en otras partes del mundo, con un especial énfasis en la dieta mediterránea de la que se dice que «teniendo en cuenta el gran número de culturas y agriculturas existentes en los paí­ses que rodean el Mar Mediterráneo, la dieta «mediterránea» no sigue un único patrón. Aunque no existe un criterio común aceptado, una dieta mediterránea puede describirse como una que enfatiza la ingesta de pan y otros alimentos elaborados generalmente con trigo, así­ como verduras, fruta, frutos secos, cereales sin refinar y aceite de oliva; incluye pescado y vino en las comidas (en los paí­ses no islámicos); y presenta un í­ndice reducido de grasas saturadas, carne y productos lacteos grasos».

Tal y como publicamos en un post anteriorFdieta, aunque las cualidades de la dieta mediterránea están fuera de toda duda, es un poco difí­cil, en efecto, establecer un patrón común para la misma. Así­ que el informe del Departamento de Agricultura establece como ejemplo «tradicional» la dieta que se seguí­a en la ciudad de Creta en la década de los 60 que así­, en principio, nos parece tan buena como cualquier otra, y señala su relación con «uno de los riesgos más bajos de enfermedades coronarias del mundo». Por desgracia, las cosas parecen haber cambiado desde entonces, y el informe  señala cómo en Grecia, además de en otros paí­ses de la zona, la presencia de grasas saturadas y comida rápida ha aumentado desde entonces, incrementando de forma consecuente el riesgo de enfermedades coronarias.

La pregunta es qué nos deparará el informe de 2015: si en él podremos leer que, por fin, los estadounidenses están aprendiendo a sacar todo el partido a su cocina, o si por el contrario los paí­ses que nos beneficiamos de la dieta mediterránea habremos continuado perdiendo terreno frente a alternativas menos saludables.

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